En la imagen tenemos a la reina Denka en su juventud, pintada nada más acceder al trono a los veinticinco años. Lleva el uniforme de la escuela de hadas, pues el fallecimiento de su padre ocurrió mientras estudiaba la magia en una escuela. A la izquierda de Denka hay un escudo del reino de Lamokia. Encima de la estrella hay cuatro llaves que simbolizan los reinos con los que Lamokia hace frontera. Sin embargo, deberían haber añadido una quinta, en representación de Taiva, independizada hace poco de Darania. Pero parece que la reina y su antecesor no quieren tener problemas y "olvidaron" añadir una quinta llave. Este viejo cuadro es el mismo que Mercurita encuentra en el desván de un ayuntamiento, habilitado para que la hadita pase allí la noche, durante unos días. Ella pide que se lleven el viejo cuadro, pues la reina y ella se aborrecen y no quiere tener pesadillas.
El hada Mercurita siempre sintió curiosidad por saber lo que guardaba el oscuro desván de su escuela de magia. Unas alumnas mayores le dijeron que no había nada en especial. Otras, por el contrario, le dijeron que había hechizos de todos colores, pergaminos con recetas mágicas y otras cosas insólitas que despertaban su atención.
La hadita no descartaba que la mayor parte de lo que le habían dicho fuera mentira. Lo cierto es que para bien o para mal, quería entrar, hubiese lo que hubiese. Apenas llevaba un par de meses en esa escuela y había mucho por conocer. Por supuesto, los profesores prohibían a sus alumnas y alumnos acceder a algunos lugares. Decían que eran sitios privados a los que los niños no podían ir. El desván era uno de ellos. Los desvanes siempre llamaron la atención de la alumna. Recuerda que una vez su vecina, días antes de mudarse de piso, permitió a ella y a su madre acceder a su casa para llevarse las cosas que no le interesaban o no podía llevarse. Las guardó en el desván. Ella se llevó poco, porque apenas había objetos de uso infantil, pero quedó encantada. Para ella, cada desván es una puerta de acceso a otro mundo, independiente de su contenido. Un sábado por la tarde, aprovechando que la mayoría de sus compañeros internos salieron a pasear por las calles de la ciudad, pensó que sería el momento adecuado para intentar acceder a esa estancia en las que tantas veces había deseado curiosear. Sus compañeras más cercanas le preguntaron el motivo por el que no las acompañaba a pasear. Ella les dijo que le dolía la cabeza. Cuando el colegio quedó casi vacío, se aseguró sobre todo, de que el portero no la veía acceder. Este estaba enfadado con ella, debido a su manía de tirar las cáscaras de pipas al suelo, y dificultarle sus labores de limpieza. Ella protestaba ¿Acaso era la única que lo hacía? ¿Por qué no le decía lo misma a sus compañeros? Por ese motivo, en cuanto se daba la vuelta, la ofendida hadita, le ensuciaba el suelo como represalia. Nadie por aquí, nadie por allí. Señaló con el dedo al deteriorado candado, y le aplicó el hechizo “Desbloquear” ¡Listo! Ya podía entrar. Cerró la puerta con cuidado y encendió una vela que traía. El espectáculo fue maravilloso para sus ojos. Había tres estanterías llenas de toda clase de objetos. Muchos de ellos eran adornos decorativos usados para decorar el patio de la escuela para celebrar la llegada de un año, o para despedir a los alumnos de un curso finalizado. También había juguetes y objetos diversos. Se preguntaba el motivo por el cual no se los habían llevado. Sí, es cierto que al igual que sus compañeros, las hadas y hados están allí para aprender a hacer el bien a los demás. Pero gente caprichosa la hay en todas partes, y le extraña que las estanterías estuvieran tan llenas. En cuanto al hechizo que lanzó a la cerradura, es de uso muy común, y hasta el alumno más torpe puede usarlo. Mercurita se llevó casi media hora toqueteando los objetos y curioseando. Solo la luz de la vela, que se estaba apagando, la hizo volver a la realidad. Bien, ya se había divertido bastante por hoy. Es hora de salir. Otro día continuará. No tuvo ninguna dificultad en salir. Menos mal. Cogió el candado y lo volvió a poner en su sitio. Se llevó el trozo de vela que le quedaba, esperó a que se enfriara, y lo guardó en el bolsillo. Vio que los pocos compañeros que estaban en la escuela se dirigían a merendar ¡Buena idea! De jugar le había entrado hambre. Al entrar en el comedor se puso a la cola para coger el bocadillos. Se dio cuenta de que la gente la miraba con atención. Eso no le extrañó. Mercurita era muy espabilada, y si podía, se colaría. Igualmente, si la comida era de su agrado, repetía sin pedir permiso. Ya la habían cogido un par de veces, y castigado. Aguantó con indiferencia las miradas de sus compañeros. Ese día no se iba a colar. Pero en cuanto pudiera…. De pronto, sintió una palmadita en el hombro. Era la directora. —Mercurita ¿Te has lavado las manos? —Hola, directora. No lo creí conveniente. Las tengo limpias. Además, si me entretengo demasiado, no podré comerme un bocadillo de lo que me guste. La docente sujeta una de las manos de Mercurita, y se la pone delante de los ojos. —¿Estás segura de que no necesitas lavártelas? El hada se asusta ante lo que ve. Las muñecas desprenden un extraño brillo plateado. La directora le señala los zapatos, que brillan también; lo mismo que el vestido y su pelo. —Has estado curioseando en el desván ¿Verdad? Hace tiempo, unos alumnos hicieron lo mismo que tú, y rompieron un bote de purpurina plateada. El polvo está por todas partes, y se pega a las paredes, las ropas y al cuerpo. Como el interior está muy oscuro, apenas se nota, hasta que sales fuera. Este domingo te quedarás castigada durante una hora, haciendo tarea, por entrar en un lugar de acceso prohibido. Luego, si te portas bien y me pillas de buen humor, te dejaré ir a dar una vuelta. La hadita sonrió con resignación. Admitió que se lo merecía. Lo malo fue que cuando las compañeras llegaron, se burlaron de ella. Pero en su interior, Mercurita pensó que había valido la pena. Una hora haciendo ejercicios de matemáticas, y unas risitas burlonas durante unos pocos minutos eran un precio muy pequeño a pagar por explorar un mundo, hasta entonces desconocido. De hecho, no descartaba entrar otra vez. Pero tendría la precaución de ir al cuarto de baño, nada más salir. Se ha dicho infinidades de veces, y con razón, que cuando un autor escribe algo, en realidad está exponiendo su vida o parte de ella, en los textos que forman parte de su obra. Unas veces es consciente de ello, y otras, no. En esta ocasión quiero relatar una escena de mi libro: "Mercurita la aprendiz de hada". La protagonista de la historia, al llegar a la puerta de la escuela por primera vez, se encuentra algo extraviada. Necesita saber dónde está la directora. No ve a nadie. El patio está vacío en esos momentos. de pronto encuentra a un hombre que está barriendo. Le pregunta con educación, dónde puede encontrar a la directora. Su respuesta es fulminante:
"¡Está dentro. Busca y la encontrarás! Si no la ves, es tu problema". Dice, señalando hacia la puerta del edificio. El breve encontronazo descrito. está basado en hechos reales. Hace años, en 1.992, creo recordar, fui con mi hermana a una estación de autobuses. La que he puesto en la portada de este artículo, no. De hecho, voy a omitir el lugar para no complicarle la vida a nadie. Bueno, pues como decía, en esa estación estábamos esperando la llegada del autobús, cuando vemos pasar a un barredero de la estación, haciendo su trabajo a desgana, y con cara de amargado. Una señora se levanta de su asiento, y le pregunta dónde están los servicios. El "buen señor" le dice con malos modales, señalando hacia una puerta: "¡Ahí!...¡Si es que sabe leer!" Y así quedó la cosa. Pues nadie le dijo nada para no tener problemas. Con razón o sin ella, a ese trabajador le faltó educación, pues nada justifica tratar así a una persona despistada que no encuentra el camino hacia el retrete. Semejante despiste le puede pasar a cualquiera. A mi hermana y a mi, nos llamó la atención la presencia de un hombre comiendo pipas, tirando las cáscaras al suelo. Temíamos que el barrendero se enfadase, pero no le dijo nada. También es cierto que el devorador de pipas era de complexión fuerte, y no era muy aconsejable discutir con él. Son cosas de la vida. Ese día, su novia tenía que trabajar por la tarde y no podía salir con él, pero le sugirió que acompañara a dar una vuelta a su prima. El, aceptó. Apenas llevaban un rato paseando, cuando la abrazó, con intención de besarla. Ella se apartó, y protestando se fue a su casa. Naturalmente, se lo dijo a su prima. Ella se apresuró a romper la relación con su novio. Me pareció algo injusto. Total, no llegó a tocarla. Pero ella no se lo perdonó. No puede decirse que le hubiese sido infiel; después de todo, solo le puso medio cuerno.
(Un conocido mío, describiendo de forma diplomática la ruptura de un amigo en común con su novia). En la bajo medieval Neuria, la región de Tierra Yrena en la que nació Mercurita, hubo una invasión en el año 2.159. La protagonizaron unos jinetes nómadas, a los que llamaban "loitinos" que recordarían en mucho a los indios del Oeste americano. Uno de esos jinetes se enamoró de una mujer llamada "Línan". Ella pareció corresponderse con él. El joven guerrero no hablaba bien el "daiko", que era el idioma de la región de Neuria, pero sus intenciones parecían claras; casarse con ella.
A Línan le parecía demasiado bonito, pero había cosas que ignoraba de los loitinos. Eran muchas tribus que estaban dispersas por las zonas más desérticas y calurosas de Tierra Yrena. Una vieja prostituta muy veterana, que había tenido clientes de todas partes, le quitó sus dudas, y también la ilusión ¿No sabía que los loitinos, con frecuencia, tienen varias esposas? Su prometido tiene tres, pues ese es el número de aros que lleva en cada oreja. Igualmente, son muy machistas e intolerantes; no todos, por fortuna, pero abundan. Igualmente, si llegara a casarse con él, ni se le ocurra pensar que se quedará en Neuria. Los loitinos se dedican al saqueo, sobre todo, por el suroeste. Valiosa información, pero ¡Qué lástima no haberla sabido antes! Línan cree estar embarazada. Han pasado varios meses y el guerrero ya ha aprendido un poco el daiko. Línan lo mira, furiosa. El responde, afirmativamente, a las preguntas que a ella le disgustaría conocer. En efecto, tiene tres esposas y no está dispuesto a abandonarlas por ella. Será una más. Tampoco se quedará en Neuria. Línan le habla del emabarazo. El está dispuesto a mantener a su futuro hijo; sus esposas no tendrán problemas en cuidarlo. Línan se niega. No quiere volver a verlo, más. El guerrero le pide, que le permita ver a su hijo cuando nazca. No es un hijo, sino una hija. Le pide que la llame "Sania". Línan, accede. La madre de ella, está escandalizada. Debió de abortar. Pocos días después de conocer a su hija, la tribu se va. Ya tiene suficiente botín y se han recuperado de las heridas. El jefe da por imposible la conquista de las ciudades fortificadas que se le resisten. Ha sufrido muchas bajas y decide levantar el sitio. ¿Qué ha pasado con el barón, Amaxo, señor legítimo de Neuria? Simplemente, se precipitó cuando quiso frenar el ataque loitino. Esos endiablados jinetes levantaron nubes de polvo, confundiendo a sus hombres de armas, a los que espantaron con una lluvia de flechas. Amaxo pudo escapar, junto a unos fieles jinetes, y deambula por el norte y este de Tierra Yrena, pidiendo ayuda militar y monetaria para liberar sus tierras. Pero consigue reclutar a pocos mercenarios. La mayoría de ellos prefiere luchar en las filas imperiales o en las rebeldes al imperio, que pagan mejor. Tras la marcha de los loitinos, llega una banda de forajidos, capitaneada por "Teriko de Hadria". Son solo cuatrocientos hombres, a los que se suman muchos ciudadanos oportunistas. La gente cree que los han enviado los loitinos, pero no es así. El astuto Teriko se aprovecha de la confusión para apoderarse de esas tierras, casi sin lanzar una flecha. El barón Amaxo reside en la vecina Varana, cuyo conde lo acoge, pero no le entrega la ayuda militar que necesita. Los mercaderes suplican que libere a Neuria de una vez. Los hombres de Teriko les roban la mercancía, pese al compromiso de su jefe, de no hacerlo. El conde de Varana, mejor observador que el anciano barón, saca sus conclusiones, basándose en los informes que le dan, tanto los enojados mercaderes, como sus espías: Teriko es un vulgar bandido. No tiene talla de gobernante, ni se esfuerza por serlo. Es un vividor que se emborracha, con frecuencia, acumula tesoros, y protagoniza lamentables espectáculos en las calles, cuando bebe. El tiempo pasa. Teriko lleva cuatro años, como amo y señor de Neuria. Se confirma que le importan un comino los problemas de los habitantes. Un día, una mala noticia llega a oídos del conde. Se rumorea que uno de los subordinados del bandido, un tal "Kastero", quiere destituirlo y ocupar su lugar. Eso alerta al conde. Un gobernante organizado da muchos más problemas que otro, vicioso y borracho. Por ese motivo, se decide a ayudar al barón y le cede a mil quinientos guerreros de su guardia, que junto a los reclutados por Amaxo, suman poco menos de cinco mil. Han cobrado la paga de cinco meses y tienen la moral muy alta. Lo único que le pide es que para compensarle, le mande a todos los prisioneros que pueda, para mandarlos a trabajar en las minas. El barón ha comprendido la indirecta. Tiene cinco meses para reconquistar sus dominios. Está lleno de espanto. Cree que sus tropas no serán suficientes. También le duele la hipocresía del conde. Cuando le pidió ayuda, le dio largas. Se la ha concedido ahora, solo porque teme que el siguiente gobernante sea un ambicioso que lo pueda poner en aprietos. Le han aconsejado al barón que ejerza su ataque principal a las llanuras de Imeka. El cuartel general de Kastero está próximo. Se espera que su sentido de la responsabilidad le obligue a presentar batalla. Eso hace. Amaxo se horroriza ante la multitud enemiga que avanza hacia él. Inquieto, observa a sus capitanes, que no parecen asustados, en absoluto. Erko Sagán, un general del conde, le pide autorización a Amaxo, para dirigir el ataque. Este, que no tiene mucha experiencia militar, se la concede. Entonces ¡Sorpresa! Los soldados que Amaxo consideraba poco fiables, avanzan hacia el enemigo. Las distancias se acortan y el sorprendido barón puede ver que al menos la mitad de los hombres de Kastero son campesinos con herramientas de labranza. No pocos han optado por la retirada. Erko ordena a la caballería avanzar. Los jinetes de Kastero salen a su encuentro. Son más numerosos. Ambas caballerías son distintas. La de Kastero son jinetes con arcos, y la del barón son caballeros con armadura. Los apuros de los novatos jinetes para disparar flechas a caballo hacen reír a las huestes del barón ¡Bastante trabajo tienen con no caerse al suelo! Algo parecido ocurre con los campesinos que huyen. A Kastero le hubiese gustado tener un ejército mucho más profesional. Pero no es él, el que manda, sino el vividor de su jefe. La pésima organización de su ejército es culpa suya. En vez de reclutar a mercenarios loitinos, ordenó un reclutamiento forzoso, obligando a los nuevos reclutas a luchar como los otros. Pero si bien los loitinos son unos profesionales que practican el manejo del arco, desde su nacimiento, no puede decirse lo mismo de los reclutas, que apenas llevan unos meses. La derrota para Kastero es más que evidente. Rodeados por infantería y caballería enemiga, los que no han tenido tiempo de huir, sucumben en su mayor parte. El general ha recibido unas órdenes específicas del conde, que cumplirá, aunque Amaxo le diga lo contrario. En cuanto Kastero es capturado, lo tiran al suelo, sin dejarle siquiera hablar, y es atravesado por multitudes de lanzas y espadas. Para alivio del militar, el barón Amaxo parece estar de acuerdo. No le gusta negociar con traidores como Kastero. Es mejor que fallezca. Ese golpe demoledor precipita la caída de Teriko, que apenas tiene tiempo de escapar con unos cuantos partidarios. El barón habría sido magnánimo con él, ya que apenas le ha hecho sombra. Lo único que se reprocha a sí mismo, es haber esparado tanto tiempo para recuperar sus dominios. Los testigos juran que cuando el barón derrotó a Kastero, dijo con voz enojada: "¿He esperado cinco años para derrotar a esta chusma numerosa y cobarde, con poco más de cinco mil hombres?" Llega el día del desfile triunfal. Amaxo se prepara, moralmente, para escuchar silbidos y abucheos. Pero resulta todo lo contrario. Los ciudadanos lo reciben con júbilo. El barón está serio. Sabe que a Teriko lo recibieron de igual manera, lo mismo que al líder loitino, Windalpa ¿Qué clase se súbditos son esos? Esto último es lo que copié de la anécdota real. Está basada en un desfile que protagonizó, Oliver Cromwell, el vencedor del bando parlamentario de la guerra civil inglesa. La gente lo aplaudía y vitoreaba. Al verlo tan frío, uno de sus subordinados, amigo suyo, se le acercó, y le dijo en voz baja: -Oliver....La gente os aclama y aplaude como a un héroe. A lo que el aludido respondió, sin cambiar su actitud: -Los mismos que habrían aplaudido al verdugo, si hubiésemos sido derrotados, y me hubiese cortado la cabeza en el patíbulo. La reina Nilia I (Las aventuras de Star Gordo)
Fue la menor de las tres hijas del corrupto rey de Tirio, "Kaliron VIII". Era sordomuda y con frecuencia debía soportar las bromas pesadas de sus hermanas y el rechazo de su familia. El que menos la despreciaba era su padre. Cuando se acercaba para que jugara con ella, se limitaba a darle grandes cantidades de dinero para que se comprara juguetes y lo dejase en paz. Una de las pocas personas en que confiaba, era su intérprete, "Barion Cekar", al que muchos culpaban de haberle enseñado más cosas de las que debería haber aprendido. Lo cierto es que su hermana mayor y heredera al trono, falleció en una explosión de la nave en vuelo, que debería llevarla en presencia de su prometido, para anunciar su posible compromiso. La terrible explosión estuvo acompañada de coloridos fuegos de artificio, que daban a entender que el asesino se alegraba mucho de tal desgracia. No pocas miradas se fijaron en Nilia, que odiaba a la fallecida. Parece que la gran cantidad de dinero que le daba su padre para comprar ropa, lo usó para sobornar a una parte de su guardia. Luego fue el turno del prometido, que apareció con la cabeza cortada. No pasó mucho tiempo para que el rey y su familia fuera encerrada en palacio, y cuando al fin se les permitió salir, vieron en el patio a la guardia formada. Con ellos estaban Nilia y el intérprete. Esta llamó al rey, por señas, y le enseñó unos documentos, que depositó encima de una mesa, junto a una estilográfica. Si los firmaba, nombraría a su hija reina, a cambio de un cómodo retiro. Tras una breve resistencia inicial, el rey, cedió. Entre las reformas de la nueva reina destacaban la prohibición de partidos políticos. Ella dijo no tener nada en contra de la libertad de expresión. Pero no estaba dispuesta a tolerar que dichas entidades se convirtieran en bandas que extorsionaban a los ciudadanos, obligándolos a secundarlos. Los líderes fueron severamente castigados. Muchos de ellos, con la muerte. A los desempleados los obligó a participar en tareas tales como limpiezas de calles y edificios. A los delincuentes los puso a trabajar en las minas y en otras labores peligrosas. El cercano planeta, Bilmo, que sus antecesores consideraron imposible de conquistar, también sufrió la ira de la reina, que si bien no llegó a dominarlo por completo, sí que llegó a territorios ni siquiera soñados por sus antecesores. Especial trabajo le dio el fanatismo religioso y los sangrientos juicios por brujería empleados en dicho planeta, sin pruebas sólidas, pese a la prohibición de la soberana, que tuvo que emplear a sus ejércitos a fondo para desterrar tan brutales creencias. Pese a los progresos de Nilia, el pequeño planeta, Tirio, sufría con frecuencia presiones de la superpotencia, el gigantesco planeta, Basti, cuyo emperador veía con malos ojos las reformas de Nilia. Lo mismo pasaba con Teluria, de tamaño algo menor que Basti. Una mala noticia entristeció, considerablemente, a la reina. Durante una misión diplomática a Bilmo, el intérprete fue capturado y ejecutado por los milicianos de una aldea. La enojada Nilia ordenó arrasarla con bombas incendiarias, hasta que no quedara un solo edificio en pie. No pocos dijeron que ese hombre era el amante de la reina. La intérprete femenina que traducía sus gestos a los medios de comunicación, dijo haberlos visto discutir con gestos, frecuentemente, pues desde la ventana de su habitación se veía un poco la sala del trono. A ella no le cabía ninguna duda de que se querían. Pero no hacían público su amor, porque de haberlo hecho, él sería el rey, y ella quedaría degradada a ser la esposa del rey. Tales eran las leyes machistas de Tirio, que por algún motivo, la soberana no las quiso cambiar.. Un día, la civilización extraterrestre de los manzios, invadió el planeta Mudrago. Tirio, Teluria y Basti, decidieron unir sus fuerzas si no querían ser los siguientes. Llamaron a su alianza, "El Binomio Galáctico". Cuando llegó el momento de la lucha espacial, Nilia dio instrucciones a su almirante, para que se presentara con retraso a la batalla. Por ese motivo, pese a la victoria, la flota de Basti tuvo muchas bajas. En cuanto se reunieron para celebrar la victoria, el enojado almirante bastiense no pudo contener su ira y dijo a su colega tirio: -¡Inepto! Por culpa de su ausencia he tenido más pérdidas de lo esperado. Tras esas duras palabras, le dio la espalda sin dejarlo hablar siquiera, y lo trató como si no existiese, siendo secundado por sus subordinados y la mayoría de los representantes de Basti. Durante el camino de regreso de las flotas, al llegar cerca del planeta Basti, el sorprendido almirante tirio recibió un irónico mensaje de la reina. -Ha llegado el momento de lavar su honor. Mande al infierno a la armada de Basti y a su grosero almirante, ahora que están debilitados. He mandado una flota para ayudarle. Póngase en contacto con el jefe al mando para coordinar el ataque. Mucha suerte. Cogida entre dos fuegos, la flota bastiense fue aniquilada. A continuación, siguiendo órdenes estrictas de la reina, se procedió al desembarco en el norte de Basti. La invasión fue exitosa. En pocos meses, los tirios dominaron casi el 80 por ciento del planeta. La reina dijo a los medios de comunicación: -Las intimidaciones de Basti al reino tirio han terminado. Me informan que el emperador y su familia han huido al sur y tienen problemas para subsistir, pues los bandos rebeldes los culpan de no haber sabido estar a la altura de las circunstancias y los rechazan de sus ciudades. Nuestra victoria se debe, en gran parte, al apoyo de las naciones del norte, tratadas con desdén por el imperio bastiense. Ellos nos han dado un apoyo importantísimo. Desde estos momentos serán tratados como ciudadanos tirios de pleno derecho. He ahí las consecuencias de las políticas discriminatorias del emperador. Basti ha sido más fácil de conquistar que el más pequeño y primitivo, Bilmo. La noticia impactó al rey de Teluria, cuya política no era muy distinta a la del destronado emperador de Basti. Desde ese momento las relaciones con Tirio mejoraron. Se decía que el traductor era un hombre de honor y paz, y le frenaba los pies a Nilia, impidiéndola realizar con frecuencia políticas de represión. Si hubiese estado vivo, Nilia no habría invadido Basti. Si bien no pudo evitar el atentado contra la heredera al trono, convenció a Nilia de que el resto de sus familiares fuera tratado con cortesía. Pese a no tener marido ni se le conociera amante alguno tras el fallecimiento del traductor, Nilia quedó embarazada de una hija. Se suponía que el padre era el domador de un circo que ofrecía espectáculos durante las fiestas palaciegas, y que tras el embarazo real, dejó de aparecer por la corte. Un día la salud de la reina empeoró. El médico de palacio no sabía a qué podría deberse. Entonces decidió leer el diario personal del fallecido traductor, por si encontraba alguna pista. Le llamó especialmente la atención que éste le reprochara a la reina su afición a la comida caducada. Ella le decía que había que ahorrar. Presumía de no haber sido golosa en su niñez. El dinero que le daban no se lo gastaba en golosinas ni ropa cara, sino en ganarse el favor de la guardia. Por eso no disfrutaba del buen comer. Eso no impidió que el traductor tirase los alimentos, para enojo de Nilia, y en consecuencia, obligándola a tener una alimentación normal. El asustado médico revisó la despensa de la reina. Mucho temía que tras la muerte del traductor, Nilia hubiera vuelto a su mala costumbre alimentaria. Así fue. Pero ya era demasiado tarde. Su intoxicación le produjo una enfermedad, cuyo avanzado estado fue imposible de curar, causándole la muerte a los 48 años. Gobernó el reino de Tirio con mano de hierro, durante 22 años. Su sucesora fue su hija, Nilia II, gran amante de la libertad de expresión, que no estuvo a la altura de su madre. Sí, me gusta escribir. Mi afición empezó en junio del año 2.004. Anteriormente no hice nada parecido, pero bien es verdad que me gustaba leer. Simplemente, mi imaginación reventó y me dijo: “Pon en el ordenador esas historias que se te pasan por la cabeza”. Eso hago.
He escrito un recopilatorio de ocho historias de ficción y fantasía, además de dos series literarias; “Las aventuras de Star Gordo” y “El hada Mercurita”. La primera serie cuenta las vivencias de un descendiente de padres terrestres que vive en un pueblo sin futuro de un planeta y que está deseando dejar a su tirano y borracho tío, para vivir en otro planeta que dicen que es mejor. Pero en su búsqueda de la prosperidad se mete, sin pretenderlo, en una apasionante aventura espacial que cambiará su vida para siempre. La segunda, “El hada Mercurita” es la historia de una traviesa pero carismática niña que vive en la violenta Bajo Medieval “Tierra Yrena”. Un día descubre que tiene poderes mágicos y le dice a su madre que quiere ir a estudiar a una escuela mágica para que le enseñen a controlar sus poderes. Pero ella es muy reacia, además de ser pobre, pues imagina que la asistencia a una escuela así, debe de costar mucho dinero. Cuando por fin encuentra un centro en la que la admiten sin pagar, la hadita descubre a los típicos malos compañeros que no soportan a los nuevos. Y lo que es peor, hay gente influyente que ve con malos ojos que una alumna carismática estudie en una escuela mágica e intenta expulsarla. Empecé a escribir a Star Gordo en el caluroso verano de 2.004. A Mercurita en la primavera del año 2.009. No es de extrañar que tenga más libros escritos de ella, que de él, ya que con el aventurero espacial tuve un problema con el editor de texto, además de ser un novato con el editor de imágenes para hacer portadas, además de imágenes de promoción. Esos problemas no los tuve con Mercurita. Con el tiempo los iré editando. Star Gordo y Mercurita no se conocen. Son dos historias distintas, pero si se conocieran, es posible que no se llevaran demasiado bien, pues a Star Gordo no le gustarían mucho las burlas de la traviesa hadita. Pero ¿Quién sabe? Igual, algún día, la magia o la tecnología, hacen posible el encuentro. Finales de junio de 2.004, el principio
Fue a finales de junio del año 2.004, cuando sentí una gran tentación por escribir. Fue algo repentino e inesperado. Todo lo más cercano que estuve de la literatura fue a principios de los 80, copiando cartas comerciales de los cursillos de mecanografía. Poca cosa, vamos. Aunque bien es verdad que imaginación siempre tuve mucha. El banquete de los orcos, el primer relato El banquete de los orcos fue mi primer relato escrito. Como es fácil imaginar, la lectura era terriblemente difícil para quien no fuera el propio autor, pues cuando escribes por primera vez, estás en tu mundo, te dejas llevar por el entusiasmo, sin respetar los signos de puntuación, incluso la ortografía y la alineación. Tuve que corregirlo varias veces. Dicho relato se encuentra en el recopilatorio "Ocho relatos para pasar un atardecer entretenido". El jefe gruñón En verano de 2.005 me llamaron a trabajar en la limpieza de playas. Me sorprendió la capacidad de nuestro jefe para encontrar la más mínima excusa para estar descontento. De repente me llegó la inspiración. Acababa de encontrar una nueva frase para mi refranero personal: “Un jefe que no se enfada, ni es jefe, ni es nada”. Solo tenía que me memorizarlo hasta terminar de trabajar y anotarlo en mi casa. |